Con qué
ímpetu arremetes, Príapo.
¡Cómo
te vanaglorias de ser especial,
hijo del dios de
las bacanales
y de la de
hermosas carnes.
¡Cómo
osas entrar en lecho ajeno
sin ser
formalmente invitado!
Acompañado
de musas,
a
las que robas besos y sus gracias.
Sátiros,
faunos y silenos
gozan
de libre albedrío
en
bosques propios o extraños,
yaciendo
con tu permiso
y esparciendo
polvos mágicos.
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